18 junio, 2025

La inexplicable y hermosa relación con nuestros abuelos

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Carta abierta a las mejores personas que pude conocer. Honrando memorias.

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Ellos, llenos de arrugas y anécdotas que los hacen inmortales ante nuestros ojos.

Ellos, que sabemos que tienen el tiempo contado en esta vida, cómo todos, pero que en nuestros corazones son inmortales.

No se sí aquel que me esté leyendo tuvo a sus abuelos presentes en su vida, ojalá que sí porque es un regalo que la vida a mi me permitió disfrutar.

Mis abuelos me enseñaron a amar, a ser honesta, a agradecer y a valorar las tradiciones. Estar con ellos me hizo aprender a vivir un poco más despacio.

Tan sólo una llamada podía alegrarme el día, no había problema que pareciera tan grave cuando lo hablaba con mis nonos. Lograban que la vida pareciera más fácil y que no todo era tan grave. 

Pero eso sí, tercos cómo nadie más! Tanos de corazón, espíritu y alma. Costumbres y pensamientos imposibles de hacer tambalear. 

Nonos que todos los domingos a raja tabla recibian a la familia en casa para las famosas pastas. Quién sería capaz de olvidar esa salsa nona..

Peor, cuantos intentos totalmente fallidos de replicarla y que jamás saliera cómo la hacías vos. Falta tu magia, tu amor por cocinar algo que a todos nos gustaba, tu mano experta.

El nono siempre se sentaba en la cabecera de la mesa, el jefe de la familia. Impoluto y con cara de serio, no había día en que no encontrara algo para quejarse y despotricar. Pero una vez que lo conocías, era el ser más amable que existía en el mundo.

Hay nono, quien diría que iba a extrañar escuchar tus malas palabras en italiano, esas que nunca dijimos enfrente tuyo y que creias que no entendíamos qué significaban. 

Los nonos son los eternos confidentes, los que te defienden cuando te mandas alguna macana, los que te cumplen los caprichos a escondidas de tus papas. Los que te hacen desear que el tiempo pase más lento para disfrutarlos un poquito más. Los que te hacen replantearte porque se van los que menos se lo merecen.

Todos sabemos que ellos simplemente no se van, se hacen invisibles y te acompañan para toda la vida. No los vemos pero ahí están, en cada recuerdo, en cada foto, en cada reunión familiar. Todos tenemos un pedacito de ellos y eso es lo que los convierte en eternos.

Hoy miro al cielo y confío que están sentados en una estrella mirándome. 

Son nonos, son papás, son tíos y son eternos.

Vuelven alto pero no se alejen, que algún día la familia va a volver a sentarse a la mesa y disfrutar unas ricas pastas. 

por Florencia N. Orifici

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